Martin Kippenberger
Arte, música, vida
Este es el escrito de una persona que, después de la muerte de Kippenberger se preguntó por qué todo el mundo le llama pintor. Un gran hombre, un hombre alto (alrededor de 1,85 m.), pero ¿un pintor?
En la década de los 80 podía haber lienzos pintados y montados por su casa, pero no eran necesariamente de su propia mano. Era el momento de muchas perspectivas perdidas.
Por lo tanto, la pregunta sigue siendo si Kippenberger también fue un músico.
En 1978, una punk de Berlín oeste desfiguró el rostro de Martin Kippenberger. Por entonces, el artista había arrendado el local punk de Kreuzberg S.O.36, el local de Ratten-Jenny (Jenny Ratas), autora indiscutible del ataque.
Él acababa hacerse con el S.O.36, mi local en Kreuzberg. Esto fue en 1978. Y trató de echarme, sin razón alguna. Allí estaba yo, con una cerveza, una jarra grande con mango. En el momento en que me vio, Kippenberger se puso a gritar: ¡no la queremos aquí! y cosas por el estilo. Me empujó y caí de bruces antes de haber llegado a la puerta. Sin soltar la jarra. Esta se rompió y me cortó la palma y un dedo de mi mano derecha. Estaba sangrando como una loca. Me planté sin soltar la el asa y lo que quedaba de jarra con mi mano sangrante. Luego presioné y empujé el vidrio en su rostro. Así.
Después de este desagradable encuentro con Ratten Jenny, Martin Kippenberger pidió a un innominado pintor por encargo que hiciera un retrato de su cara desinfectada, suturada y vendada - el trabajo de un médico de urgencias. Lo llamó Dialog mit der Jugend (diálogo con los jóvenes ).
Siempre supimos que Martin estaba destinado a ser artista. En la pared de nuestra cocina estaba pintado: "Martin, nuestro artista "
Martin era un caso especial. Simplemente no podía hacer otra cosa. Los años escolares de Martin fueron un completo desastre.
Las obras de Martin estaban siempre en el presente. Identificaba el momento como ningún otro. Martin era un punk, en cierto modo. A pesar de que no parecía un punk, su estilo de vida era punk. Su estilo de baile fue muy, muy arty.
Por lo tanto, tenía sentido invitar a artistas como Bernd Zimmer, Rainer Fetting o Helmut Middendorf al S.O. 36. Middendorf, por cierto, era de los pocos artistas que Martin siempre apreció.
Desde mi punto de vista, Martin siempre fue un artista anti-subvención. Invirtió su propio dinero en proyectos de vida invariablemente breve. S.O.36, que administró junto al artista Achim Schächtele, sólo estuvo bajo sus alas seis meses. Pero cuando se habla hoy en día, casi se siente como si se estuvieran discutiendo seis años. Tales fueron la cantidad de contenido y el enfoque que consiguió programar en ese período.
Kippenberger siempre tenía que ser el centro de atención, no importa dónde se encontrara en ese momento.
Fue muy impulsivo, siempre mirando hacia el futuro. A lo largo de toda su vida. Su objetivo, era convertirse en un gran, en un famoso artista.
Martin saltaba sobre todos los escenarios posibles, contaba chistes y se emborrachaba en público. No iba a permitir que nadie le controlara. Debido a su comprensión de la gente, incluyendo sus debilidades, podía golpear donde más duele con facilidad, algo que hacía con gusto.
Creo que Martin despreciaba a muchas de las personas que ahora dicen haber sido sus mejores amigos y simpatizantes. Naturalmente, esto se aplicaba a las instituciones y sus representantes. Ofender a un director de museo, al propietario de una galería o al comisario también podría conseguirle una exposición. Siempre fue un maestro de insultos hábiles.
Kippenberger tomaba medios de expresión de todas las disciplinas y los manejaba con entusiasmo y confianza. Sin una pizca de vacilación. También permitía que se vieran sus obras menores, algo que otros artistas no hacían.
Martin Kippenberger exhibió una inquietud capaz de competir con su propia noción inflacionaria de arte. En cierto sentido, los artistas se enfrentan a dos opciones: producir tanto o tan poco como sea posible. Y Kippenberger fue uno de los que siempre produjo demasiado. Es cierto que quería subvertir el mecanismo del mundo del arte, pero quizás sospechara que no le quedaba mucho tiempo.
También coqueteaba con la posibilidad del fracaso. Desde la perspectiva actual, podría parecer como si Martin sólo necesitara tener una idea y se convertiría en un éxito instantáneo. Pero no fue así. Siempre existía la posibilidad del fracaso.
Martin nunca estuvo interesado en la fama por la fama. Durante una de nuestras conversaciones, me preguntó qué estaba pasando en Nueva York, quien iba hacia arriba y quien hacia abajo. ¡Insistió en la diferencia entre los términos "superstar" y "estrella fugaz”!
Algo que siempre aprecié sobre Martin era su comportamiento abierto y amistoso con nosotros, los estadounidenses. No era arrogante en absoluto.
Era sin duda impresionante lo poco que a Martin Kippenberger le importaba lo que los demás pensaran de él. Bueno, probablemente no era tan sencillo. Digamos que hacía ver a quienes le rodeaban que no estaba interesado en las opiniones de otros.
En algún momento me enteré de que Martin había ampliado su campo de acción a una isla cerca de Atenas y había fundado su propio museo.
MOMAS era una obra ingeniosa. Agregar un espacio ficticio al mapa del mundo del arte y asegurando su lugar en la literatura, fue uno de los mayores logros Martin Kippenberger. Sólo recordad: Syros no es más que una roca en el mar.
La primera entrada a esta red mundial de metro, Metro Net, fue inaugurada en Syros en 1982. A ella le siguieron otras entradas en Dawson City, Leipzig, Venecia y Kassel.
Como dice el refrán: cuando alguien muere joven, se convierten en un mito. Para mí, esto es sólo una posible explicación para el éxito actual de Martin y todas esas grandes retrospectivas internacionales, casi diez años después de su muerte. Muchas personas ni siquiera han visto el arte: sólo lo vieron al agente provocador. Y muy a menudo se malinterpretaron sus intenciones.
Hacen falta grandes exposiciones para dar al público una idea de la profundidad del trabajo de Martin Kippenberger. Realmente me sorprendió el tiempo que necesitó el mundo del arte para reconocer el arte de Martin cómo realmente importante.
Martin Kippenberger vivió su vida dos o tres veces más rápido que el resto de nosotros. Tal vez esta fue la causa de su muerte prematura. Casi nadie podía seguir su ritmo.