Marisa Pérez Colina
Mi nombre es Marisa Pérez Colina. Trabajo y participo en la Fundación de los Comunes. Desde ahí, desde esta red de colectivos coorganizamos con el Museo Reina Sofía las jornadas de La nueva reacción.
El concepto de "femonacionalismo" es un concepto que acuñó Sara Farris, que es una de las personas que invitamos, justamente, para desarrollar y compartir con nosotras su investigación en las jornadas de La nueva reacción. Su libro se llama exactamente: En nombre de los derechos de las mujeres. Auge del femonacionalismo.
¿Qué es femonacionalismo? Sería una especie de cruce de tres líneas políticas. Por un lado estarían los nacionalismos de ultraderecha; por otro lado las políticas neoliberales; y por otro lado ─aparentemente, algo que podría sorprender─ unas determinadas corrientes feministas.
Corrientes feministas, políticas neoliberales y partidos de la ultraderecha europea. ¿Cuál puede ser esa extraña conexión? Pues, lo que nos explica Sara Farris es que, de alguna manera, los tres coinciden en sexualizar el racismo, aunque de diferente manera.
Entonces, para los partidos de la ultraderecha nacionalista, que construyen estereotipos sobre las personas racializadas ─especialmente las musulmanas─. Igual que construyen a los hombres como amenazas potenciales a la integridad física de las mujeres, construyen a las mujeres como sumisas y, especialmente, pertenecientes a una cultura que las sometería al poder de los hombres, del cual no se pueden liberar. Ellos contribuyen a construir esta imagen.
Parte del feminismo, tiene también una idea de construcción de las personas racializadas desde un lugar que no se ha pensado demasiado o que no se ha atravesado por una crítica ─digamos─ de las políticas coloniales o de la colonialidad del poder, que sigue existiendo traduciéndose en políticas concretas.
Desde su perspectiva, una vía de liberación y de emancipación de esas mujeres sería su acceso al trabajo; y qué mejor que acceder al trabajo cubriendo las tareas domésticas, que permiten a esas mismas mujeres feministas de clase media ir a trabajar fuera. Entonces, en suma, lo que haces es un cierre en falso de la crisis de cuidados ─que sí que existe, en la media que ese trabajo no está socializado, y ahora menos, con el derrumbe del estado del bienestar─. Es un trabajo que no está repartido entre las diferentes personas de la sociedad, y que recae sobre las mujeres. Pues, es un trabajo que si se encargan a personas a las que podemos pagar menos y, si además, no acceden a derechos ─porque no tiene papeles─ pues... !qué mejor¡ Nos resuelve y nos cierran en falso esa crisis de los cuidados.
El concepto habla de esa convergencia, de esas tres líneas ─digamos─. Ella lo basa en un estudio en tres países europeos: Italia, Países Bajos y Francia.
El feminismo es una perspectiva amplia que va introduciendo muchísimas incorporaciones, que la complejizan y la enriquecen. Sí que diría que se han ido incorporando, primero era en la lucha simplemente por tener acceso al espacio público. Luego ha sido también una lucha desde las lesbianas y desde otros lugares del deseo ─cómo liberar el deseo: están las luchas LGBTI, las luchas queer, las luchas trans─. Todo eso se ha ido incorporando a un espacio común feminista; muy especialmente desde los 70: los feminismos antirracistas. Se va incorporando a un común. Siempre hay tensión, siempre hay conflicto, siempre hay discusión, pero, se incorpora y ensancha la capacidad transformadora que tiene el feminismo, que no es un asunto de mujeres ni para mujeres. Es una perspectiva de análisis que ofrece, que va proponiendo una programación para toda la sociedad, con todos los elementos que la componen.
Brigitte Vasallo
Me llamo Brigitte Vasallo, soy escritora, trabajo sobre pensamiento crítico, también desde la ficción, y he estado participando en el seminario La nueva reacción, trabajando alrededor del femonacionalismo.
La captura de los discursos feministas por parte de agendas políticas, que no tienen que ver necesariamente con el bienestar de las mujeres o con el cambio del sistema, sino que los utilizan como excusa para conseguir apoyo social por parte las feministas; eso ha sucedido desde que existe el feminismo llamado como tal. Creo que desde los feminismos estamos poco preparadas para resistir a esa captura. Es como una cosa golosa que repetidamente en la historia lo hemos visto continuamente; como las luchas más de base. Desde el poder se nos pide el apoyo para hacer la revolución acompañando al poder y luego nos quedamos en la estacada, siempre.
Se me viene el caso flagrante de la Revolución iraní, donde las mujeres tuvieron un peso trascendente ─primordial─, y que en cuanto la revolución tuvo que poner un líder, puso a Jomeini, y lo primero que hizo fue traicionar a las mujeres.
Entonces, también me parece importante recordar que hay un feminismo de derechas, y que parece que nos duela la boca llamarlo feminismo, pero ─vamos─ estamos por que cada uno se defina como quiera. Es lo que hemos aprendido de los géneros. Si se llaman feministas, no seré yo quien se lo vaya a negar; pues serán feministas, pero es un feminismo de derechas. Es también una cosa que yo le llamo feminismo del género ─así, medio en broma─, porque primero está preocupadísima solamente por el género y todas aquellas problemáticas que solo tengan que ver con el género, cosa que repercute en que tienen que ser problemáticas que afectan a personas que están totalmente privilegiadas en el resto los ejes, porque es la única manera de que solamente te afecta el género ─y aún así, podríamos debatirlo─ Pero, ese feminismo de derechas unido a ese feminismo del género, que buscan conseguir el poder para las mujeres pero sin que nada cambie. Para mí es un feminismo que no me interesa en absoluto, pero que tenemos que entender que también está ahí y que forma parte.
Hay una forma de feminismo ─o unas formas de feminismo─ que definen constantemente qué significa ser mujer, y que solamente están preocupadas por los derechos de esas mujeres que reconocen como mujeres. Vemos la cuestión trans, ahora mismo clarísima. Pero, esto ha existido con el tema de las mujeres de territorios colonizados, constantemente. Ha pasado con las mujeres musulmanas, que llevan y se visibilizan a través del hiyab. Pasa constantemente.
Ejemplos que hemos tenido muy recientemente de cómo se captura el feminismo y cómo las feministas tenemos poco desarrolladas las herramientas de resistencia en este sentido ─aunque se hace mucho trabajo─, yo también quiero siempre reconocerle a los feminismos autónomos todo el trabajo que hacen y que hacemos.
Los hechos de Colonia en fin de año, hace un par o tres años, cuando se supone que había habido un montón de violaciones. Eso fue novedoso y salió en los periódicos. El hecho de que saliera en los periódicos tenía que ver con que los violadores ─supuestos violadores─ eran refugiados. Se estaba señalando a esos otros hombres que no tienen derecho a violar, no como los hombres autóctonos, como hemos visto en juicios como La Manada. La diferencia en ese caso, además de que fue un tremendo montaje, pero la diferencia, que era lo trascendente en ese caso, era que ya veíamos ahí cómo los medios de comunicación solamente atendían a una problemática, como es la violación, cuando servía para acusar y para perseguir a otros hombres.
Esa es la dinámica patriarcal clásica, de que las mujeres seamos un objeto de intercambio entre hombres, y un objeto de intercambio de poder entre hombres y de conquistas de hombres. Siempre como con esa cosificación dentro de las dinámicas en referencia a las luchas de poder y a las alianzas de los hombres.
Por otro lado, también, la guerra de Afganistán. Yo no quiero que olvidemos eso, que hace nada estuvimos bombardeando con la alianza internacional para ocupar Afganistán, donde se puso en el centro los derechos de las mujeres, sin preguntar a esas mujeres qué estrategias querían o necesitaban. Seguramente, bombardearlas a ellas y a sus entornos y a sus lugares y a sus espacios, seguramente no era eso lo que hubieran querido ─está clarísimo─.
Toda esa dinámica de cómo nos dicen: "No, no, es que mirad, están ahí las mujeres, mirad están los talibán..." Todo eso ¡sí!, pero ahí está la trampa. Todo eso ¡sí!, pero la solución que me ofreces ¡no!, la solución de ir nosotras a bombardear, imponer esa solución, obviamente ¡no!, y sin embargo fue que ¡sí! Y, sin embargo, todas esas campañas sobre el burka, que ha habido en Europa, en el Estado español, constantes, que salen periódicamente, aún tienen resonancia, precisamente, con aquel momento de trampa sobre el tema de Afganistán, los talibanes y cómo íbamos a liberar desde los lugares de poder a esas mujeres sin pedirles ni siquiera opinión, y bombardeándolas, si era necesario.
Una de las cosas que me alucinan y me duelen, es que hayamos aprendido tanto sobre las dinámicas del binarismo de género y cómo romperlas, y no seamos capaces de aplicar esas mismas dinámicas de ruptura del binarismo a todo lo demás. Entonces, cuando estamos planteando alianzas, herramientas y todas estas cosas, no por el hecho de hacer amigas, sino para hacer resistencia a todo lo que se nos viene encima, creo que nos cuesta romper la dinámica del binarismo ─del contigo o sin ti─. O sea, las alianzas pueden ser puramente estratégicas, ocasionales, puntuales... De hecho, podemos estar hasta en desacuerdo, y a veces es que no es posible estar en acuerdo entre todas, porque hay visiones que van en paralelo, no se cruzan, pero no por ello son contradictorias, no por ello es imposible hacer una alianza estratégica para hacer frente a cosas concretas. Es decir, no necesitamos enamorarnos las unas de las otras ni necesitamos casarnos. Lo que necesitamos es entender que tenemos peligros comunes, retos comunes, y que hay que ir a por todas, y que tenemos que ir juntas porque necesitamos hacer fuerza.
Mattin
Soy Mattin, y trabajo con el ruido y la improvisación de una manera conceptual. Últimamente estoy haciendo unas partituras que, mediante instrucciones, tratan de hacer que el público interactúe, y explorar lo que yo llamo disonancia social, que es la discrepancia que existe entre cómo nos concebimos en las democracias liberales, como individuos que tienen derechos y que tienen ─se supone─ capacidad de actuar, pero que a nivel sistémico, esta capacidad de actuación, esta subjetividad está constantemente siendo negada.
Hacía una partitura antifascista es una serie de instrucciones muy sencillas que se proyectaban en el seminario La nueva reacción, y, entonces, al final de cada sesión se cerraba con estas instrucciones.
Lo que se intentaba conseguir es una manera de interacción más allá del lenguaje, en la cual, mediante una improvisación colectiva tratamos algunos de los temas que se han ido viendo en el seminario.
Durante el fin de semana conté con tres infiltradas que ayudaron con la interacción con el público, y que fueron: María Batalla y Juan Muñoz.
El primer día, el evento fue íntegramente en Zoom online, y, la primera instrucción, que era intentar generar el sonido del fascismo mediante sonidos, pero sin lenguaje, nos dimos cuenta de cómo Zoom creaba su propio fascismo, en el sentido en el que no dejaba lugar a la polifonía.
El segundo día, que fue mitad y mitad ─mitad online y mitad presencial─, se notaba que había una extrañeza, porque esa distancia que hay entre la gente que está en la pantalla y la gente que está en el espacio, hacía que la interacción fuese bastante curiosa.
Y, el tercero, fue totalmente presencial, fue más como una catarsis, en la cual era más fácil tener la complicidad, o parece ser que la gente del público se sintió mucho más invitado a participar y, así fue, se participó mucho.