Vista de la sala 001.04 Arte y política al final de la dictadura

Arte y Transición (2/2)

Crítica de Arte y Medios de Masas

sábado 02 febrero 2013
12:34
Política
Historia del Arte
Crítica
Historia
Colección
Visualidad
América Latina
Teoría
Audiovisual

Esta es la segunda parte de una cápsula doble que trata de dar voz a algunos de los protagonistas o analistas envueltos en las relaciones de arte y política, bien opositora, bien de Estado, durante el final del Franquismo y la Transición.

En este caso se habla con dos analistas que han trabajado sobre los llamados procesos de politización y despolitización del arte y la crítica así como otros medios de masas como la literatura. Los entrevistados han sido elegidos de entre los invitados al Seminario Arte y Transición que a su vez estaba relacionado con la sala 001.04. Arte y política al final de la dictadura, como parte de la Colección 3. De la revuelta a la posmodernidad (1962-1982).

Por una parte habla Daniel Verdú Schumann, licenciado en Bellas Artes e Historia y Doctor en Filosofía, autor, entre otras obras, de Crítica y pintura en los años ochenta, Los años ochenta: dentro y fuera de la tela y De la tregua a la deserción: la crítica de arte en España 1975-1989. El autor expone brevemente algunos de los procesos de despolitización discursiva de la crítica de arte en la Transición, y de cómo esto afecta al arte de su época.

Por otra parte Guillem Martínez, periodista y guionista, autor de Franquismo Pop o CT Cultura de Transición, que expone un proceso contrario de politización para crear una cultura que fortalezca la idea de Estado fundado durante este proceso político.

Realización

José Luis Espejo y Xose Prieto Souto

Licencia
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Arte y Transición (2/2)

Crítica de Arte y Medios de Masas

Arte y Transición (2/2)
Crítica de Arte y Medios de Masas

Daniel Verdú Schumann, profesor de la Universidad Carlos III y autor de Crítica y pintura en los años ochenta: Desde mediados de los años 70 aproximadamente, aunque es un proceso que tiene sus orígenes a finales de los años 60, hay una propuesta que plantea la necesidad de que la crítica se aleje de compromisos políticos y sociales expresos y que se vincule exclusivamente a la defensa del contenido inmanente del cuadro, y además digo "del cuadro" dado que está vinculado a la defensa de una pintura de corte más tradicional y, dentro de este contenido, un contenido que esté completamente des-ideologizado. Esto tiene que ver con la renovación de determinados lenguajes, pero también y sobre todo del uso del color, la combinación de elementos procedentes de diferentes tradiciones tanto figurativas como abstractas, y éste es un proceso que es muy evidente a partir del año 76, 77, en el que una serie de críticos, los críticos vinculados específicamente, en la década de 1980 y en Madrid D.F., van a lanzar una apuesta muy fuerte por este tipo de pintura.


El cambio es significativo no solamente en términos ideológicos, sino, quizás lo que es todavía más relevante, en términos del propio contenido de la crítica, porque la crítica vinculada a estos postulados ideológicos era una crítica muy dura, podríamos decir, era una crítica analítica con un rigor metodológico y con una base muy potente en el marxismo, en el estructuralismo, en la semiótica, y sin embargo estos críticos que abogan por la pintura lo que hacen es una apuesta mucho más blanda; una crítica literaria de corte muy poético, muy subjetivista, que casi desprecia el aparato teórico y que en un momento dado lo único que reivindica es que la pintura se defiende por sí sola y no necesita un aparataje que la sostenga. O sea que es un proceso muy evidente y muy claro, que se iniciaría hacia el año 76 aproximadamente, y que va a triunfar a lo largo de los años 80 cuando cambien los paradigmas con la llegada de la crítica posmoderna.


Es un proceso complejo porque se van solapando las diferentes propuestas críticas; estos críticos que se mueven todavía en una noción muy moderna de lo que es la crítica, están sin embargo apostando por una pintura que en muchos sentidos se mueve en una sensibilidad que podríamos llamar posmoderna. Posmoderna casi antes de que el paradigma o la sensibilidad posmoderna se asiente definitivamente en España, lo que va a ocurrir sobretodo a partir de los años 80. Curiosamente estos críticos tampoco van a ser lo que van a encontrarse luego en los años 80 con el panorama más despejado. En estos años el tipo de pintura que va a triunfar y la crítica que va asociada es una crítica que ahora sí se mueve ya abiertamente en estos paradigmas de la sensibilidad posmoderna. Es verdad que hay una recepción de la posmodernidad bastante laxa y muy poco sistemática, con algunas excepciones puntuales. Es muy mimética con lo que se está haciendo en otros países, particularmente en Italia, y ese cambio, que es un cambio muy significativo, sin embargo la crítica yo creo que se corresponde con el periodo de los 80 más que con la segunda mitad de los 70.


Se trasladan evidentemente a la práctica artística también porque en todos estos casos hay siempre una simbiosis bastante clara, quizás no siempre bien entendida por las dos partes. Hay procesos en los que una de las dos partes sale beneficiada con respecto a la otra, hablo de artistas y críticos en este proceso supuestamente simbiótico en el que las distintas propuestas van casi solapándose. Pero sí es muy evidente en los años 80 cuando se produce una renovación con el surgimiento de la llamada La Joven Pintura de los Ochenta, que es la que va a triunfar, la que va a ser apoyada desde las instituciones públicas de una manera más clara, desde el Centro Nacional de Exposiciones y que es la famosa pintura de Barceló, de Sicilia, de García Sevilla etc. Sí va ha haber algunos miembros de la generación anterior que previo proceso de reconversión, sí que va ha haber algunos pintores de este colectivo de finales de los 70, que había intentado hacerse más visible en aquella época, realmente sí que van a conseguir hacerse un hueco dentro de esta joven pintura española que se va a lanzar internacionalmente de manera muy potente. Se mueven dentro de un paradigma que tiene que ver con el gusto por la fragmentación, con el citacionismo, con la combinación de lenguajes de diferentes tradiciones, con el usufructo de toda la tradición artística del siglo XX, con una serie de manierismos y estilemas que en muchos casos ni siquiera son propios sino que están importados fundamentalmente de Alemania e Italia y en menor medida de Estados Unidos.


Hay casos bastante concretos de gente que se mueve en estas coordenadas. Ferrán García Sevilla, por supuesto, que venía además del conceptual pero que trabaja en una línea de uso del lenguaje, la combinación de un lenguaje visual con uno escrito, o de pictogramas desde los años 80. Por supuesto Miquel Barceló que en un momento dado también sigue bastante de cerca o sintoniza mucho, sin que sea fácil hablar de influencias directas tampoco con lo que se está haciendo en la pintura alemana. José María Sicilia, y gente que venía de los 70 como Chema Cobo que en un momento dado también se vinculan a este grupo. En realidad la nómina es muy amplia porque también hay colectivos que proceden de espacios geográficos más completos, como el Colectivo Atlántica que viene de Galicia, o con las obras de Llamazares o de Menchu Lamas, etc.

Guillem Martínez, periodista y autor de Franquismo Pop y CT Cultura de Transición: Mi conocimiento de la escena artística es muy reducido. Lo que sí puedo hacer es proyectar todo esto hacia otras escenas culturales. Esto ha sucedido en literatura absolutamente, en periodismo, en música. Supongo que también ha sucedido en arte, no te lo puedo defender sin llegar a ser tertuliano porque no tengo ni idea de arte.
Supuso fabricar una cultura de Estado. ¿Es esto politización? Pues sí. A costa de una política de Estado se penalizaron verbalizaciones políticas fuera de lo que era vertebrar la cohesión del estado y vertebrar una no problematización de la cultura. Desde ese punto de vista es una cultura absolutamente de estado, absolutamente política cuya función es defender un sistema, un Estado y un proceso político y luego tiene la función de no meterse en política. Las dos cosas a la vez.
El modelo cultural de la Transición, ésta es mi apuesta, es el más raro que hay en Europa. Los gastos de cultura son en un 80% superiores a Alemania o incluso a Italia, Estados Unidos, ni te digo. Y la consecuencia en la alta cultura y la baja cultura es la desproblematización, es quitar a la cultura de cualquier tipo de conflicto, en la elaboración de no-conflictos y en la solución de conflictos de manera cultural.
Hay una cosa absoluta, genuina y típicamente española que es una aberración y no nos hemos dado cuenta hasta ahora que consistía en cerrar las programaciones por eventos. La venida del Papa... Otro enfermizamente normal era el atentado terrorista. Cuando se producía un atentado se paralizaba cualquier tipo de programación normal, por ejemplo, la información, para realizarse propaganda. Es decir, cohesión del Estado, manifestaciones, adhesiones y condenas. Esto es una metáfora de la rareza cotidiana que supone tener una cultura de Estado como animal de compañía.


El sistema democrático se diferencia de uno que no lo es en que, en que el totalitario o menos democrático, para ejercer presión en cultura la ejerce mediante la ley y la presión policial y judicial. Por ejemplo, el Franquismo. En una democracia todo sucede mediante la cultura: se crean, pactan y arbitran, mediante funcionamientos culturales siempre, funcionamientos y marcos culturales. La Cultura de la Transición es un mecanismo cultural abusivo. Y yo creo que hace un año, alrededor de mayo del 15M de 2011, pasó un fenómeno cultural extrañísimo y es que de pronto esta cultura hegemónica que ha funcionado con éxito durante 35 años decidiendo lo que se modula y no se modula en cultura, decidiendo lo que es cultura y lo que no, decidiendo qué temas son frikis, qué temas son candentes, empieza a tambalearse, a perder pie. No creo que haya desaparecido, acomete embestidas, pero se ha tambaleado. Y ahora, posiblemente, hablando desde Barcelona que es donde se ha iniciado el desgüace del Estado de bienestar y posiblemente de la democracia, pues está volviendo otra vez a mecanismos no culturales para reprimir la cultura y cualquier otro fenómeno. Está recurriendo al marco jurídico y a la policía. Lo cual nos puede indicar que también está habiendo un cambio político-social, se están bajando bastantes casillas en el concepto de la democracia, porque no se comunica con sus usuarios mediante la cultura, sino mediante la fuerza.


El éxito de que hubiera una Cultura de la Transición hegemónica, que nació para evitar fricciones, explica que no hubo fricciones, o que al menos no fueron detectadas en la literatura o en el periodismo o en las series culturales. Todo encaja perfectamente, el cuento popular del Rey Bueno y el Pueblo Responsable encaja perfectamente. Ahora que ese modelo está haciendo aguas es cuando empieza releerse esa época a partir de nuevos conceptos culturales que se tienen que reelaborar.